Almudena tenía siete años, desde que era muy pero que muy pequeñita se sentía muy atraída por todo tipo de historias en las cuales se hablara sobre brujas, druidas y otros elementos del mundo mágico.
Cuando en el colegio o en el barrio le preguntaban por su animal favorito, Almudena decía que los dragones, y cuando iba al parque le decía a su padre que tuviera cuidado con las plantas, no había que molestar a los duendes ni a los gnomos, pero se enfadaba cuando no encontraba algo en casa y les pedía que por favor les devolviera el objeto robado.
Las hadas eran sin lugar a dudas sus seres favoritos, y por las noches, creía verlas brillar volando entre las estrellas. Se podía decir que Almudena era una experta en el tema de la magia. Una tarde, Almudena acompañaría a su madre a realizar unas compras al centro de la ciudad. Junto a un gran centro comercial había una Residencia de ancianos, y justo en la puerta había una mujer que parecía estar triste, a sus pies permanecía un bonito perrito que en su pena parecía acompañar a su dueña
- Hola Teresa, ¿qué haces aquí? ¿te encuentras bien?- le preguntó la madre de Almudena a aquella mujer que tan apenada estaba
- Es mi tío, siempre ha sido tan bueno con todos…para acabar aquí…me siento culpable de no cuidarlo
- Pero tú no puedes, tienes a tus hijos, tu trabajo, cuidar de tus padres que son mayores, no puedes con más y aquí lo cuidan muy bien
- Sí, lo sé, pero es un hombre tan bueno Paloma, y lo veo tan triste, se siente solo, no habla apenas. Ojala pudiera ayudarle de alguna manera
- Dile a las hadas que le regalen felicidad y buena estrella- dijo Almudena a aquella señora
- Hola pequeña. Paloma ¿es tu hija? Es muy guapa
- Sí, es mi hija, le encantan las hadas y los dragones
- Y los duendes y los gnomos- señaló Almudena
- Sí, también los duendes y los gnomos que se enfada con ellos cuando les pierde los zapatitos de las muñecas-
dijo Paloma, a lo cual aquella apenada señora sonrió espantando la tristeza de su rostro
- Mañana voy a traerte polvo de hadas, ¿vale?- Le dijo Almudena a la buena señora
- Vale cariño. Esa noche Almudena cogió el estuche donde guardaba sus colores, lo vació y lo sacó por la ventana, pasado unos minutos lo cerró. A la mañana siguiente Almudena le preguntó a su madre si verían a la señora que estaba triste -No lo sé cariño- le dijo su madre
- Pero tengo que verla, le he cogido polvo de hadas, tengo que dárselos antes de que llegue la noche o el polvo se evaporizará. Era tanta la ilusión que tenía su hija que Paloma buscó el teléfono de su amiga en su agenda y la llamó para ir a verla. Aquella misma tarde Paloma y Almudena se acercaron a casa de Teresa -Hola Teresa, mi hija Almudena tenía muchas ganas de verte.
- Hola preciosa, cuéntame que es lo que querías darme
- Toma- Almudena le entregó el estuche a Teresa
- ¿Qué es esto, bonita? ¿Tu estuche de colores?
- No, es polvo de hadas, lo he cogido esta noche mientras las hadas revoloteaban entre las estrellas. Cuando veas a tu tío abres el estuche y sueltas los polvos por encima de su cabeza, ya verás como la magia lo cura
- No te preocupes que esta misma tarde le llevo los polvos de hadas a mi tío. Pasaron varios días cuando Almudena con su madre, estando en el mercado, se encontraron con Teresa
- ¿Qué tal Teresa? ¿Cómo se encuentra tu tío?- le preguntó Paloma
- Pues no te lo vas a creer, pero aquel día que estuvisteis en mi casa que luego fui a verlo por la tarde, cuando llegué estaba mirando hacia el suelo, triste, sin mediar palabra, entonces me acordé de tu pequeña y sin percatarme de que lo llevaba, vi que su estuche estaba en mi bolso, lo saqué, lo abrí e hice el gesto de volcar algo sobre su cabeza al tiempo que dije “te traigo los polvos mágicos de las hadas que la pequeña Almudena ha capturado para ti, tío, su magia es un elixir que te curará”. Mi tío primero sonrió, luego miró hacia mi mano que sostenía el estuche para pasar a reír a carcajadas. Desde entonces siempre me pregunta por la pequeña Almudena y su polvo de hadas.
- ¿Has escuchado Almudena? Tus polvos de hadas parecen tener efecto
- Pues claro, las hadas devuelven la sonrisa, ¿verdad mamá?
- Claro cariño, tu polvo de hadas devuelve la alegría a quién la ha perdido
- Bueno pequeña, voy a devolverte tu estuche, y si te parece el próximo día me lo devuelves con más polvos de hadas, ¿te parece?- le dijo Teresa a Almudena devolviéndole su pequeño estuche
- Claro que sí, esta noche voy a recoger más polvo de hadas, tu tío estará bien muy pronto.
Y así noche tras noche Almudena se asomaba a su ventana, y bajo la luz de la luna y las estrellas, abría su pequeño estuche para posteriormente cerrarlo y guardarlo en uno de los cajones de su cuarto, dónde permanecía cerrado hasta que se encontraba con Teresa y se lo entregaba. En el colegio la profesora de Almudena le había preguntado porqué llevaba los lápices sueltos en la mochila- ¿no tienes estuche, pequeña?
- Sí, claro que tengo- le contestaba Almudena- pero no puedo usarlo para guardar los lápices, tengo que curar al tío de Teresa, he de coger polvo de hadas.
Así transcurrió un par de semanas, cuando un día Teresa llamó a Paloma para que fuera a su casa junto a Almudena -Hola, pasad, quiero presentaros a alguien- Teresa señaló hacia el sillón de la salita, un hombre anciano de aspecto entrañable se encontraba allí presente -Así que esta preciosa niña es Almudena, gracias bonita, me has salvado de la tristeza y me has devuelto a la vida- dijo aquel buen hombre
- Almudena, este señor es mi tío, él ha estado ingresado en un centro durante un año, cada vez estaba más y más triste y los médicos no sabían ya qué hacer, pero ¿adivina qué es lo que le ha devuelto la sonrisa?
- El polvo de hadas- dijo Almudena muy contenta
- Pues sí preciosa, tu polvo de hadas ha sido un elixir de la sonrisa para mí, muchas gracias bonita, saber que todas las noches te dedicabas a cogerlo para mí me ha devuelto la ilusión por la vida- le explicó el tío de Teresa
- ¿Has visto Almudena? Tu polvo de hadas es el elixir de la felicidad- dijo Teresa muy contenta que había logrado traer a su tío a su casa para que viviera con su familia ahora. Así Almudena regresó feliz a casa junto a su madre, aquella noche se asomó por la ventana de su cuarto y le dio las gracias a las hadas, pues con su magia había devuelto la felicidad y las ganas de vivir a una buena persona.
Almudena se fue a dormir y sin lugar a dudas, sus sueños estarían llenos de hadas, duendes, dragones y otros elementos mágicos, pues Almudena sin lugar a dudas era una experta de la magia.
Por Lourdes Torres V.
Por Lourdes Torres V.
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